sábado, 14 de noviembre de 2009

La noche oscura del alma




Quizá habeis oído hablar de ella, quizá no, pero todos y cada uno de nosotros la conocemos y la hemos vivido en alguna ocasión a lo largo de nuestra vida, y muy posiblemente en más de una ocasión.

Esa "oscura noche del alma", negra, fría, triste y dolorosa, que nos deja solos, muy solos en la más absoluta oscuridad, sin más compañía que nosotros mismos, no hay nada alrededor que nos distraiga ni nos de consuelo, tan solo estamos nosotros, con nuestros miedos, dudas y desesperaciones.

Nada ni nadie puede responder nuestras preguntas, estamos en la negrura total; perdidos, desorientados y no vemos ni siquiera un resquicio de luz hacia donde dirigirnos, nada de todo lo que hemos aprendido ni vivido nos sirve de nada.

Seguro que en mayor o menor medida habeis sentido muy profundamente en vuestro interior esta sensación, esta "oscura noche del alma", una noche tan familiar para los corazones humanos que desde sus primeros pasos en las cavernas ha sido contada, tratada y sufrida, esa búsqueda en la negrura total, esa sensación de que hay algo más alla de donde nos encontramos, no sabemos que es ni porqué la buscamos, pero de repente; un día descubrimos que en nuestro interior hay un vacío incomprensible que nada es capaz de llenar.

Da igual las creencias, al Dios o Diosa que veneremos o no, los grados de iniciación, o la escuela mística que sigamos, esa oscura noche es común a todas la personas, es el momento en el que paramos en nuestra carrera y nos preguntamos para qué y hacia donde corremos.

Pero quisiera centrarme específicamente en la "oscura noche del alma" wiccana.

La iniciación y estudio de esta senda tiene como principal objetivo encontrar las respuestas a estas dudas y nos lanzamos con nuevos ánimos e ilusiones a seguir sus directrices confiados de que gracias a ello hallaremos ese consuelo espiritual que tanto ansiamos.

Al principio esta nueva esperanza nos impulsa y nos da nuevas fuerzas, practicamos los rituales y aprendemos a abrir nuestro espíritu a las realidades paralelas que antes nos habían sido esquivas por no abrir los ojos con atención, descubrimos una nueva y hermosa manera de vivir y nos damos cuenta que sus celebraciones y ritos son la herramienta necesaria para prepararnos a las respuestas que están por venir.

Pero de repente no sabemos muy bien porqué, esos mismos rituales nos parecen más huecos, nuestras meditaciones no tienen las visiones de antes, nuestros libros nos parecen una letanía monótona de palabras que ya hemos oído mil veces y caemos en la cuenta de que tras habernos volcado en su estudio, tras haber invertido toda nuestra energía, volvemos a estar otra vez en el punto de partida.

Quizá esto no sea un consuelo en esos momentos, pero si quisiera decir que ese momento en el que dudamos y en el que nos sentimos perdidos y desatendidos lo han pasado personas muy especiales para el misticismo, personas célebres por su santidad o sus enseñanzas.

Una de estas personas fué San Juan de la Cruz, una persona "especial" al menos para mí, este poeta y religioso español del siglo XVI escribió su obra más famosa "la oscura noche del alma" que le dió nombre y rostro a ese estado de evolución o debería decir mejor involución.

Aquí os dejo sus 8 liras, un mensaje críptico y oculto que habla de la unión del alma con la divinidad.

La noche oscura del Alma”:

En una noche oscura,
con ansias en amores inflamada,
(¡oh dichosa ventura!)
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.

A oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
(¡oh dichosa ventura!)
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz ni guía
sino la que en el corazón ardía.

Aquésta me guïaba
más cierta que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.

¡Oh noche que me guiaste!,
¡oh noche amable más que el alborada!,
¡oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!

En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.

Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.


En estos versos se esconden el mensaje que este hombre santo dejó para quien busca la unión con lo divino, y nos explica como esa oscura noche en la que tan solos nos sentimos es tan solo una prueba de Fé, una prueba que debemos pasar para poder subir un escalón más, una purga que debemos realizar para limpiarnos de los lazos que nos atan al mundo material y nos impide alcanzar la comunión con lo sagrado.

Muchos no la soportarán y preferiran ceder su Fé a cambio de una vida más lógica, cómoda y anestesiada entre las 4 paredes de su celda dorada, pero aquellos que se aferren con fuerza a su corazón, que no se dejen arrastrar por las penumbras ni sus demonios , que esten dispuestos a dejar caer su piel como un traje viejo y desnudar su alma, esas personas transcenderán y descubrirán el secreto vetado solo a unos pocos.